viernes, 11 de abril de 2014

Madrid no ha tenido alcalde a su altura hace tiempo.

Que Madrid está sucio lo sufrimos a diario; que se aprecia el abandono, basta con darse un paseo por su centro; que la crisis ha cerrado comercios que definían la ciudad, así es; que el modelo económico ha fracasado lo vemos cuando observamos ese edificio hoy abandonado que parece un ovni que acaba de posarse en el desierto y que pretendía ser el centro de la pomposa ciudad de la justicia. No hemos tenido suerte con quienes han diseñado las calles con mobiliario incómodo y antipático, tampoco con los urbanistas que han definido los nuevos barrios, ni con los políticos que han desprotegido la ciudad. Madrid no ha tenido alcaldes a su altura hace mucho tiempo, pero tampoco la oposición le ha dado a esta plaza la importancia que merecía. Esta ciudad pide a gritos un alcalde o alcaldesa que compartan con ella la potente personalidad que esta posee. Porque Madrid tiene un relato, ¡vaya que sí!, un pedazo de relato, un novelón. Y no sé por qué intuyo que una cosa es la versión que muestran de ella los periódicos y otro bien diferente lo que sale por boca de sus habitantes. Madrid está hoy formada por madrileños de adopción que se adaptaron en un tiempo récord enfrentándose a una tosquedad que no discrimina al que llega: es así para cualquiera. Tras esa tosquedad irían descubriendo el carácter de la ciudad: abierto, directo, imperativo. Y llegarían, llegaríamos, a amarla. Porque Madrid tiene carácter, mucho. Se lo encuentran los extranjeros. Por cierto, no creo que sean muchos los que se asomen a Chueca y comenten como algún experto asegura: “Mmmm, esta ciudad todavía carga con su estigma de capital franquista”. Más bien es esa una idea interesada de algunos españoles que quieren definir a Madrid de un plumazo como culpable de todos sus males. El Madrid futuro no será olímpico, no tendrá ciudad de la justicia, verá cómo languidecen barrios que fueron creados al albur de la codicia, pero sobrevivirá a la pésima gestión de sus dirigentes. Florecen ya pequeños comercios que buscan la autenticidad de los que cerraron, abundan movimientos artísticos que generan a la semana una singular agenda del off-Madrid. Todo está bullendo como siempre en esta ciudad que vibra al margen de los políticos y analistas. A los novelistas y a los cronistas, al menos, no nos ha de faltar trabajo, porque si el relato necesita conflicto, tensión, esto es una perita en dulce.

Fuente: Elvira Lindo.

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